Helena Béjar dice: "[…] el primero que cerró una puerta para aislarse de su entorno fundó la esfera privada" y añade "la esfera privada es el lugar donde "el uno" toma conciencia de su existencia frente a "los muchos", el nido donde el individuo tiende a desarrollar sus potencialidades, lejos del ruido de la colectividad".
Una pieza recortable que nuevamente se presenta en forma de libro (las páginas bidimensionales) y de maqueta. A nivel plástico el trabajo ha sido elaborado con litografías, impresión digital y collage.
Apuesta por la versatilidad de la obra gráfica y de las distintas lecturas que se pueden hacer de ella.
Dos puertas, dos personajes en la habitación y un tercer observador, que ajeno a todas las miradas, como un voyeur, espía el espectáculo. La cama, la mesilla, una lámpara, una taza y un libro. La pared con una ventana. Las puertas sin pared a la que fijarse… Aún así, siempre barreras invisibles que marcan un límite entre el adentro y el afuera,
que marcan el tránsito de un espacio real a uno ficticio.
La maqueta se encuentra montada sobre un tablero de madera pintada dividida en tres partes. Tres piezas que sirven de metáfora para hablar de los tres mundos que relacionan a los tres personajes. El que está sentado en la cama, el que observa junto a una puerta y el que contempla toda la escena.
¿Por dónde ha entrado cada uno de los personajes? ¿Cuál es real? ¿Qué puerta ha cruzado cada uno…?
El espectador, una vez más, permanece al margen de lo que ocurre entre los personajes en el escenario. Se transforma en voyeur de una pequeña fantasía.